Antes del Festival Sol y Luna, inicialmente se llamó a estas festividades las Ferias y Fiestas de San Bernardino, en honor al Santo patrono de Soacha. Después en el año de 1988 se le llamó Muestra Artesanal e Industrial y de la Cultura Ciudad del Dios Varon.
Más adelante, en 1993 las fiestas tomaron el nombre nativo del Municipio. Fue hasta el año 1994, cuando surgió el nombre del Festival del Sol y de la Luna en Soacha, siendo alcalde en ese momento Jorge Ramírez Vásquez.
Nace una tradición años antes del Festival Sol y Luna
En aquellos años Soacha era un sitio muy acogedor, donde su gente amable conservaba su folclor (sabiduría del pueblo). Un pueblo en donde los domingos eran días de mercado, de reunión, de encuentro de gente alegre y de mente muy sana.
Así eran las fiestas de Soacha, donde a las doce del día se celebraba la santa misa y a las cuatro de la tarde salía a relucir la parte artística. Un encuentro donde músicos, poetas y en especial los bailarines, invitaban con sus movimientos a vivir cada vereda y los barrios más antiguos.
Estas fiestas campesinas duraban una semana completa; de lunes a viernes las festividades se realizaban de noche, y solo el sábado y el domingo eran todo el día. En aquel entonces, la organización del evento dependía del comité de voluntarios.
Las personas de dicho comité, no lo hacían por un pago, ni por la religión, ni por la política, sino por fidelidad a su pueblo. De hecho, los soachunos eran los que comandaban y colaboraban de manera desinteresada y entregando el corazón activamente.
El centro del pueblo era el corazón de las ferias y fiestas
El parque se adornaba con banderas y festones de vistosos colores elaborados por las damas, mismos que duraban toda la semana de feria. Las comparsas también eran organizadas por las señoritas, danzando muy alegres, luminosas y participativas por toda la carrera Séptima.
Para involucrar a la comunidad se comunicaban por el parlante, en especial el encargado apodado “El Meco”, quien era el encargado de conseguir la música. Él también colocaba el toldo de la cerveza y recogía las dedicaciones de las canciones.
En Soacha se vivía con alegría una de las mas bonitas festividades de los soachunos. Incluidas las fiestas de domingo que daban paso a los Reinados de la Simpatía Interbarrios.
Cada candidata salía con su carroza y vida de comparsa. También había encuentros de danzas folclóricas cuyos bailarines invitados eran “Aires mestizos”, “Madeja de Luna”, “Acuarela”, “Sol Naciente”, que eran representantes de los barrios veredas y municipios aledaños.
Durante esos días de fiesta se realizaban ferias ganaderas y cabalgatas, y la banda musical siempre encabezaba la función. Las mujeres montaban en sillas especiales sentadas de lado al estilo español y sus trajes eran faldas anchas con encajes muy finos.
Los hombres también muy elegantes, montaban sus hermosos caballos bien cuidados. Era un espectáculo ver la cabalgata encabezada por el señor alcalde, concejales, familiares y amigos. Por esa razón todo el pueblo se reunía en la plaza principal frente a la Alcaldía.
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El parque de Soacha y su tradicional gastronomía
El parque era el sitio más hermoso de Soacha, con sus arboles antiguos que adornaban la fiesta con sus flores. Alrededor de este se colocaban todos los toldos y en el centro se dejaban solo aquellas que querían torear en las “corralejas”.
Los puestos de comida estaban clasificados en dos clases, los del centro (aquellas familias reconocidas o de nombradía) y los de ruana (personas del común). Además solo podían vender los de Soacha y solo en estos negocios se podía confiar lo que se estaba preparando.
La comida era muy diversa, había marrano, dulces, masato, arroz de leche, dulce de breva y moras, la cuajada con melao, fresas con crema, la chicha, el sorbete de curuba y papaya. Nadie cocinaba en casa y todos salían a hacer el gasto.
Cada familia organizaba una comida distinta: Que si las papas criollas, la rellena, el chicharrón, los plátanos maduros fritos, la sopa de arroz y el ajiaco. En este tiempo ya eran famosas las panuchas y las coquetas, unas almojabanitas elaboradas de almíbar de panela.
Por supuesto no podían faltar las almojábanas preparadas con leche, cuajada y manteca de cerdo, ingredientes que le daban su sabor característico. Una preparación que ha ido variando a través de los años.
En Soacha la música era el alma del pueblo
Para animar las fiestas se contrataban bandas y papayeras. “La música era el alma del pueblo” interpretando hermosas melodías colombianas. También había bambucos, sanjuaneros y rajaleñas; las cuales normalmente dirigía un personaje llamado “El Negro Negroza”.
Las anécdotas dicen, que “El Negro Negroza” pasaba por las calles principales del pueblo de Soacha a las cinco de la mañana echando pólvora y despertando a la gente. Ya que en esos tiempos se veían los llamados “Castillos” y “Voladores” que alumbraban el cielo.
También existían las famosas “40 corralejas”, en las que al salir el primer toro lo toreaban y luego se perdían. Entonces todas las personas salían a correr por las calles sin dirección alguna, mientras todos se contagiaban de una gran alegría al escuchar las sonoras melodías.
En aquel tiempo, todos se esmeraban por aprender sin maestro alguno a tocar la guitarra y el tiple. Sin embargo, ya existían compositores, entre ellos Roberto Heredia, el Cuco Sánchez y Ángel María Rojas, quienes hacían arreglos y composiciones.
Los Bejarano eran los especiales para la poesía y en formar acrósticos a las personas que se los encargaba. También habían juegos como la mariposa y dado que era para las mujeres, mientras los hombres jugaban ruleta para ganarse cinco centavos.
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Una ciudad cultural de gente muy trabajadora
También se jugaba “El tiro al pichón”. Este juego consistía en colocar una jaula con unas cincuenta palomas sobre una barra muy alta. Después las soltaban y disparaban con un solo balín, de tal forma que ganaba el que más aves matara con un disparo.
Los Soachunos eran gente muy trabajadora, por lo que esperaban a que llegaran los días de feria. Ahí todos se daban un espacio para las competencias deportivas, aunque no tanto con la idea de ganar, sino más de compartir.
Para terminar las fiestas, los Soachunos se colocaban sus mejores galas y luego se reunían en el atrio de la Iglesia para asistir a la misa del medio día. Entonces se iniciaba con la procesión de San Bernardino “El Santo que hacia llover en Soacha”.
Todo el camino de la procesión estaba adornado con festones y banderas elaborados por las damas más prestigiosas del pueblo. Mientras los monaguillos, muy limpios con su túnica blanca impecable, daban un toque de fe y respeto por lo que hacían.
En su sermón, el padre siempre recordaba a todos el buen comportamiento y hacía énfasis en la generosidad que se debía tener en la parroquia. Al final hablaba el comité organizador de señoras quienes eran las encargadas de invitar a participar en el baile de clausura.
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Una fiesta para celebrar y enaltecer la identidad soachuna
Así fue como nació el Festival del Sol y de la Luna. Un acto cultural que da protagonismo al día y la noche, una trascendencia de lo humano a lo divino, una celebración que con su alegría, colorido, armonía y amabilidad inundan el alma de todos los habitantes de Soacha.
Hoy Soacha es una ciudad cultural que abre sus puertas por medio del Festival Sol y Luna para mostrar la calidez de la gente soachuna. Así es como muestra su talento artístico, pregonando y reafirmando su identidad y pertenencia de una raza pujante y emprendedora, la raza muisca.
Con cada festival dejan marcada la huella de las muestras culturales que los identifican, mientras responden a la necesidad de generar identidad tanto a raizales y como migrantes. Hoy su identidad y pertenencia sigue viva a través de su gastronomía, el arte rupestre, sus humedales y bellos parques naturales.
De esta forma Soacha se ha dado a la tarea de crear un evento de gran importancia para toda su gente y sus visitantes. Así es como hoy, el Festival Sol y Luna hace reconocimiento a sus artistas, mientras promueve y comparte los nuevos colores de la cultura soachuna.
- Adaptado de: El festival cultural del sol y de la luna de Foacha: tiene una historia para contar de Karen Ximena Forero y Dora Marentes Contreras
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